LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA
Con la recepción de nuestras cenizas hemos entrado en el tiempo de Cuaresma. Este es un tiempo de sacrificio y contemplación. Estamos unidos con Cristo crucificado, caminando con él hacia el Calvario con nuestras propias cruces y pecados sobre nuestra espalda. Caminamos con él, apoyándose unos a otros y ganando fuerza a través de nuestro dolor compartido y tormento. Se nos anima a contemplar lo que Cristo hizo por nosotros y lo sigue haciendo a través de sus acciones e intercesiones en nuestras vidas. Él está con nosotros siempre. Cuando sentimos dolor y tormento, lo siente también. Las cargas que llevamos son compartidos por él. Nunca estamos solos. Se trata de una experiencia compartida. Cristo está con nosotros. No podemos olvidar esto.
Durante este tiempo de intensa oración y el examen se nos anima a centrarse en el Cristo humano. Recuerde, a través del poder del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre. Él no tenía que hacer esto. Fue una decisión tomada por él para que nos conducirá de nuevo a la salvación y la vida eterna. Estamos constantemente invitado a participar en la experiencia de la salvación por aceptarlo en nuestros corazones y abandonar las tentaciones y males de este mundo que la sociedad ha creado. Todos los días se nos presentan opciones que tienen la capacidad de influir en nuestras vidas y las direcciones que podemos tomar. ¿Queremos nosotros mismos disfrutar de los placeres de la carne, que en última instancia nos dejan vacíos y solos o queremos mantener nuestro enfoque en nuestro viaje individual de la fe que en última instancia nos llevará a la felicidad en este mundo y el siguiente? Nada malo puede venir de una relación con Cristo. Es sólo que sin Cristo no nos encontramos perdidos y abandonados.
Cuando vivimos nuestras vidas con Cristo todo está enfocado. Él tiene la capacidad para guiarnos y apoyarnos a través de las pruebas y tribulaciones que la vida en esta tierra ofrece. Él nos da la fuerza para superar los obstáculos que nos encontramos confrontados con sobre una base diaria. La elección se hace muy claro: entre la luz y la oscuridad. Es increíble cómo la sociedad nos empuja a abandonar a Cristo y aceptar las alternativas que incluyen persiguiendo cosas materiales que nos puede traer satisfacción a corto plazo, pero nos dejará desolado en el largo plazo. Es absolutamente imposible ser feliz en esta vida sin contemplar la siguiente. Estamos eternamente conectado con el mundo espiritual y no puede olvidarlo. Es fácil recordar la historia de la Torre de Babel, donde la sociedad trató de levantarlos por encima de Dios y se hacen dueños de su propio destino. Esto terminó en un fracaso total, pero hay quienes continúan defendiendo estos mismos sueños y aspiraciones. Al final, todo lo que creamos no es eterno. Con el paso del tiempo erosiona lentamente y se desvanece. El hombre, en su egoísmo intenta construir monumentos y memoriales en recuerdo de sus triunfos, pero esto siempre terminan en un patrón constante de la nada. Sólo Dios permanece para siempre.
A través de la temporada de Cuaresma, se nos pide que examinemos a nosotros mismos ya nuestra naturaleza mortal. Somos pecadores y están destinados a la condenación. Esto sólo se puede evitar mediante la aceptación de Jesucristo y la formación de nuestras vidas en torno a él. Esta es la única manera en que realmente podemos alcanzar la felicidad. Cualquier otra cosa que se intenta llenar ese vacío en nuestras vidas con la voluntad de acabar corrompiendo nosotros y que nos lleva por mal camino.
Así pues, aquí estamos. Venimos adelante durante este tiempo de Cuaresma para ofrecer el sacrificio, la oración y el amor a Dios. Por eso ayunamos y renunciar a una parte de nuestras adicciones y comportamientos más preciados. Les ofrezco en sacrificio a fin de poner a nosotros mismos más cerca de Dios. Se nos anima a examinar la conciencia y tratar de dejar atrás la existencia física y abrazar lo espiritual. A través de esta nuestra relación con Dios se hace más fuerte. No haga caso de lo corporal y abrazar su espiritualidad. Cristo va a estar ahí esperando por usted.
Diácono Tom
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