DEACON TOM ANTHONY

Sunday, June 2, 2013





Se nos invita continuamente a unirnos a Nuestro Señor Jesucristo a través de la celebración de la Eucaristía. A través de la Eucaristía se nos ha dado el regalo más precioso que tiene la capacidad de transformar nuestras vidas si nos dedicamos a nuestra fe ya las gracias sacramentales que ofrece la Iglesia. Debemos creer plenamente ante todo, que la Eucaristía es verdaderamente el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Hizo hincapié en esto durante la Última Cena y el Pan de Vida discursos que se encuentran en el Evangelio de Juan. Celebrando y recibir la Eucaristía es la forma en que recibimos nuestro alimento espiritual y cómo podemos profundizar nuestra relación con Jesucristo.
En nuestras vidas continuamente seremos desafiados por los obstáculos y los acontecimientos que están fuera de nuestro control. No sólo somos nosotros, como cristianos comprometidos en una batalla espiritual entre el bien y el mal, sino que también tienen problemas para afrontar las tentaciones y los encantos de una sociedad que muchas veces no refleja las enseñanzas de la Sagrada Escritura. Casi a diario, nuestra fe se minimiza y criticado. Hay quienes desean eliminar a Dios de su creación e inserte las instituciones humanas en su lugar. Aprendemos a través de la Sagrada Escritura que esto siempre ha sido así y es aparte de la naturaleza caída del hombre, nosotros, como seres humanos siempre tratamos de elevarnos como dioses por derecho propio. Como cristianos, debemos luchar contra esto y reconocemos que somos sus hijos.
Reunir a adorar en la comunidad o para rezar ante el Santísimo Sacramento, la Eucaristía se convierte en el centro de nuestra fe. Toda la masa es un ejercicio en el perdón y el amor. Cristo está presente de una manera muy personal y especial. Estamos con él y unidos a él. Cuando se consagra la Eucaristía, somos testigos de uno de los dones de Jesús a nosotros. Estamos celebrando la Última Cena con él continuamente más allá del tiempo y del espacio. Es realmente uno de los más grandes milagros de nuestra fe. A continuación, se nos invita a participar en esta gloriosa oferta con el fin de experimentar su amor por nosotros. Este amor nos fortalece, nos consuela y nos permite vivir nuestra vida juntamente con él. Para negarnos a nosotros mismos la Eucaristía es negar esa relación especial con Cristo. Cualquier oportunidad que tenemos para celebrar la Eucaristía a través de la masa y la exposición se debe actuar para arriba; especialmente cuando nos encontramos en crisis. Cuanto más hacemos a Cristo el centro de nuestra vida se manifestará más el camino a la felicidad. Una rica vida espiritual comienza con la participación en la fe. Nuestra fe es una de acción y la experiencia. Esa experiencia se inicia con el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.



Diácono Tom

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