DEACON TOM ANTHONY

Sunday, November 18, 2018






XXXIII Domingo ordinario
Leccionario: 158

Primera lectura

Dn 12, 1-3
En aquel tiempo, se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo.

Será aquél un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo. Entonces se salvará tu pueblo; todos aquellos que están escritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán: unos para la vida eterna, otros para el eterno castigo.

Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.


Salmo Responsorial

Salmo 15, 5 y 8. 9-10. 11
R. (1) Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
El Señor es el parte que me ha tocado en herencia:
mi vida está en sus manos.
Tengo siempre presente al Señor
y con él a mi lado, jamás tropezaré.
R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Por eso se me alegran el corazón y el alma
y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte
ni dejarás que sufra yo la corrupción.
R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.
Enséñame el camino de la vida,
sáciame de gozo en tu presencia
y de alegría perpetua junto a ti.
R. Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Segunda lectura

Heb 10, 11-14. 18

Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados. Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado. Porque una vez que los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.


Aclamación antes del Evangelio

Cfr Lc 21, 36
R. Aleluya, aleluya.
Velen y oren,
para que puedan presentarse sin temor
ante el Hijo del hombre.
R. Aleluya.


Evangelio

Mc 13, 24-32
E n aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.

Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre''.

MIS HERMANOS Y HERMANAS,

 
Desviarnos de lo que está directamente frente a nosotros y perder nuestro enfoque en lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas nos presenta un desafío único con respecto a nuestra fe. Desde muy temprana edad se nos enseña que planificar cosas tanto a corto como a largo plazo es algo muy bueno. Se nos dice que tener un mayor entendimiento acerca de hacia dónde nos dirigimos en el futuro nos asegura una mayor tasa de éxito. La sociedad en sí misma está estructurada en torno a este concepto, desde finanzas, eventos, reuniones y mucho más, desde lo que vamos a comer a lo que vamos a vestir. Estar expuesto a esta forma de ver las cosas impregna naturalmente en nuestra vida de fe. La importancia de las interacciones diarias se pasa por alto a medida que nuestras mentes están concentradas en lo que está por venir. De esta manera, mirar las cosas no es lo que Jesús quiere para nosotros. En cambio, Él quiere que experimentemos todo lo que podamos en el momento.

Permanecer en el momento hace que nuestra mente se enfoque en lo que está directamente delante de nosotros. Nuestros sentidos se concentrarán en lo mismo y nuestros seres físicos y mentales trabajarán al unísono. Con eso, seguirá nuestra espiritualidad. Dios naturalmente se insertará en la experiencia porque ya es una parte intrincada de nosotros. La planificación para el futuro es un ejercicio de nuestro libre albedrío y nuestro deseo de controlar los eventos que estaremos experimentando. Cuando nuestro libre albedrío se ejerce de acuerdo con nuestras necesidades y deseos, nuestra cercanía con Dios disminuye y Dios será eliminado de la experiencia. Aunque siempre habrá necesidad de algún nivel de planificación, no podemos olvidarnos del presente y las alegrías que puede traer.

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús habla de la destrucción del Templo, la venidera Tribulación y la Venida del Hijo del Hombre. Después de que describió los eventos, recordó a sus discípulos que habría falsos profetas, falsos mesías y otras cosas que perpetuarían las mentiras. Él habló de cosas que ocurrirían, lo que indicaría que el momento de estos eventos estaba sobre ellos, pero luego les ofreció ánimo. Les dijo que no se preocuparan por los tiempos descritos y que tuvieran fe en Dios. Todas las respuestas les serían proporcionadas y su fe los salvaría. Les dijo que estuvieran vigilantes y vigilantes, pero, al mismo tiempo, nadie sabe el día ni la hora en que el Hijo del Hombre llegaría. No se puede creer a los que dicen saber cuándo están los acontecimientos sobre ellos y la llegada del Hijo del Hombre es inminente.

Si Jesús mismo nos ha indicado que no contemplemos el día o la hora de su venida o que creamos a alguien que afirme tener conocimiento de tal evento, ¿qué debemos hacer? Es evidente que debemos estar siempre preparados en el momento para lo que vendrá en el futuro sin centrarnos en el futuro, porque nadie sabe cuándo va a ocurrir. Estar preparado ahora significa que vivimos nuestras vidas con Jesús ahora. Deberíamos dejar que Él nos guíe en el presente dándole la bienvenida a una relación con nosotros. Cuando hacemos esto, entonces lo que experimentamos a través de una relación con Él se vuelve predominante en nuestras vidas. Cada segundo, justo cuando sucede, se convierte en el período de tiempo más importante de nuestras vidas. El solo hecho de estar con Jesús es suficiente. No se necesita nada más. Lo que venga después vendrá, pero seguiremos aquí con nuestro salvador.

Esta forma de pensar no es fácil. Va en contra de lo que aprendimos desde que éramos niños. Centrarse en eso nos llevará a un mejor estado de ánimo y nos ayudará a crecer espiritualmente. No hay éxito o fracaso en lo que se refiere a ello. Es solo algo en lo que hay que trabajar. Cuando trabajemos en ello, experimentaremos resultados de inmediato y cambiaremos para mejorar. Vivir nuestras vidas sabiendo que Jesús ya se ha entregado a sí mismo como sacrificio por nuestra salvación y que nos ama con un amor incomparable es la clave del gozo y la felicidad. A través de este vivir el mañana se queda mañana y hoy es donde siempre estaremos.

Diácono tom





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