XV
Domingo ordinario
Leccionario: 105
Primera lectura
Deut 30, 10-14
En aquellos días, habló Moisés al pueblo y le dijo:
"Escucha la voz del Señor, tu Dios, que te manda guardar sus mandamientos
y disposiciones escritos en el libro de esta ley. Y conviértete al Señor tu
Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma.
Estos mandamientos que te doy, no son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance. No están en el cielo, de modo que pudieras decir: '¿Quién subirá por nosotros al cielo para que nos los traiga, los escuchemos y podamos cumplirlos?' Ni tampoco están al otro lado del mar, de modo que pudieras objetar: '¿Quién cruzará el mar por nosotros para que nos los traiga, los escuchemos y podamos cumplirlos?' Por el contrario, todos mis mandamientos están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos".
Estos mandamientos que te doy, no son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance. No están en el cielo, de modo que pudieras decir: '¿Quién subirá por nosotros al cielo para que nos los traiga, los escuchemos y podamos cumplirlos?' Ni tampoco están al otro lado del mar, de modo que pudieras objetar: '¿Quién cruzará el mar por nosotros para que nos los traiga, los escuchemos y podamos cumplirlos?' Por el contrario, todos mis mandamientos están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos".
Salmo Responsorial
Salmo 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37
R. (cf. 33) Escúchame, Señor, porque eres bueno.
A ti, Señor, elevo mi plegaria,
ven en mi ayuda pronto;
escúchame conforme tu clemencia,
Dios fiel en el socorro.
Escúchame, Señor, pues eres bueno
y en tu ternera vuelve a mí tus ojos.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Mírame enfermo y afligido;
defiéndeme y ayúdame, Dios mío.
En mi cantar exaltaré tu nombre,
proclamaré tu gloria, agradecido.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Se alegrarán al verlo los que sufren;
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo,
porque el Señor jamás desoye al pobre
ni olvida al que se encuentra encadenado.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Ciertamente el Señor salvará a Sión,
reconstruirá a Judá;
la heredarán los hijos de sus siervos,
quienes aman a Dios la habitarán.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
A ti, Señor, elevo mi plegaria,
ven en mi ayuda pronto;
escúchame conforme tu clemencia,
Dios fiel en el socorro.
Escúchame, Señor, pues eres bueno
y en tu ternera vuelve a mí tus ojos.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Mírame enfermo y afligido;
defiéndeme y ayúdame, Dios mío.
En mi cantar exaltaré tu nombre,
proclamaré tu gloria, agradecido.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Se alegrarán al verlo los que sufren;
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo,
porque el Señor jamás desoye al pobre
ni olvida al que se encuentra encadenado.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Ciertamente el Señor salvará a Sión,
reconstruirá a Judá;
la heredarán los hijos de sus siervos,
quienes aman a Dios la habitarán.
R. Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Segunda lectura
Col 1, 15-20
Cristo es la imagen de Dios invisible,
el primogénito de toda la creación,
porque en él tienen su fundamento todas las cosas creadas,
del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles,
sin excluir a los tronos y dominaciones,
a los principados y potestades.
Todo fue creado por medio de él y para él.
Él existe antes que todas las cosas,
y todas tienen su consistencia en él.
Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
para que sea el primero en todo.
Porque Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud
y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas,
del cielo y de la tierra,
y darles la paz por medio de su sangre,
derramada en la cruz.
el primogénito de toda la creación,
porque en él tienen su fundamento todas las cosas creadas,
del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles,
sin excluir a los tronos y dominaciones,
a los principados y potestades.
Todo fue creado por medio de él y para él.
Él existe antes que todas las cosas,
y todas tienen su consistencia en él.
Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
para que sea el primero en todo.
Porque Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud
y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas,
del cielo y de la tierra,
y darles la paz por medio de su sangre,
derramada en la cruz.
Aclamación antes del Evangelio
Cfr Jn 6, 63c. 68c
R. Aleluya, aleluya.
Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida.
Tú tienes palabras de vida eterna.
R. Aleluya.
Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida.
Tú tienes palabras de vida eterna.
R. Aleluya.
Evangelio
Lc 10, 25-37
En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de
la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: "Maestro, ¿qué debo hacer para
conseguir la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Qué es lo que está
escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?" El doctor de la ley contestó: "Amarás
al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas
y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo:
"Has contestado bien; si haces eso, vivirás".
El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: 'Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso'.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?'' El doctor de la ley le respondió: "El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo".
El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: 'Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso'.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?'' El doctor de la ley le respondió: "El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo".
Mis hermanos y hermanas,
En la primera lectura de hoy, Dios casi
nos ruega que regresemos a Él y lo amemos con todo nuestro corazón y alma. Él
nos está mostrando que el camino a la misericordia es a través del
arrepentimiento y el amor. Quiere que volvamos a Él con el entendimiento de que
ya somos amados y que para estar completamente curados debemos amar de la misma
manera a cambio. Esto es una invitación a una nueva forma de pensar y actuar en
reacción al amor y perdón de Dios. Dios nos ha mostrado una manera en que Él
quiere que nos comportemos y actuemos. Esto está de acuerdo con su voluntad,
pero se nos presenta para que experimentemos nuestra vida de manera plena y feliz
con él. Estas pueden verse como reglas, pero es mejor tomarlas como
instrucción. Cuando no se siguen las instrucciones, es mejor aceptar las
repercusiones, no como castigo, sino como consecuencias que se derivan de
nuestras acciones. Para explicarlo de otra manera: cuando decidimos no seguir
las instrucciones, en realidad nos estamos castigando a nosotros mismos como
resultado directo al crear una situación que es directamente contra la voluntad
de Dios al ejercer nuestra voluntad por encima de la suya. Él nos explicó que
esto nos alejará de Él y de Su amor y nos llevará a una situación que nos
castigamos a nosotros mismos.
Cuando nos alejamos de Él, Dios nos dice
que siempre hay un camino de regreso. Indica que cuando lo decepcionamos a Él y
a nosotros mismos a través de nuestras acciones, nada se pierde para siempre y
que podemos obtener una vida aún más satisfactoria a través de la redención y
el perdón. Ser perdonado por Dios y pedir perdón despeja el camino para una
relación aún más fuerte con él. Jesús dijo una vez,
"Lo último será lo primero y lo
primero será lo último"
cuando se habla del cielo y eso,
"Les digo que de la misma manera habrá
más regocijo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por más de
noventa y nueve personas justas que no necesitan arrepentirse".
Nos consolan cuando estamos con Él y nos
alientan cuando nos apartamos de Él; ser invitado constantemente a una relación
amorosa con él. Esto conduce directamente a la Paradoja de la Cruz: Somos muy
amados sin importar la condición en la que nos encontremos y estamos invitados
a mejorar esa condición constantemente a través de la renovación y un nuevo
compromiso con el que nos creó. Es un hermoso estándar que va en contra de lo
que se nos ha dicho que esperemos en nuestras vidas a través de las enseñanzas
de un mundo con fallas influenciado por Satanás. Nosotros importamos
Independientemente de dónde hayamos estado y de lo que hemos hecho, se nos
perdona, siempre y cuando nos arrepintamos y aceptemos Su invitación a la
curación.
Con este conocimiento y comprensión de
esta relación, tenemos con Dios un mejor camino para demostrar cómo debemos
tratar a nuestros hermanos y hermanas que están sufriendo junto con nosotros.
No debe haber juicio, ira, ni odio. Solo debe haber indiferencia que
experimenten la misma ternura y transformación que tenemos y experimentaremos
en el futuro. Es a través de nosotros convirtiéndonos en los sanadores que el
Reino de Cristo se revela en esta tierra. Somos los portadores de la Luz de
Cristo y se nos anima a mostrarla. Cuando lo hacemos, somos sanados aún más. La
luz brilla de nosotros y nosotros también somos absorbidos por ella a través de
nuestras buenas obras motivadas por Su presencia. Todo se convierte entonces en
una experiencia compartida. Cuanto más reaccionemos ante Dios y hagamos las
instrucciones de Jesús, más seremos elevados por Su gloria.
Diácono tom
No comments:
Post a Comment