DEACON TOM ANTHONY

Saturday, August 10, 2019







XIX Domingo Ordinario
Leccionario: 117

Primera lectura

Sab 18, 6-9
La noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad a nuestros padres, para que se confortaran al reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído.

Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de sus enemigos. En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros adversarios nos cubriste de gloria a tus elegidos.

Por eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus casas, y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, de que todos los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros. Y ya desde entonces cantaron los himnos de nuestros padres.


Salmo Responsorial

Salmo 32, 1 y 12. 18-19. 20 y 22
R. (12b) Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Que los justos aclamen al Señor,
es propio de los justos alabarlo.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
dichoso el pueblo que eligió por suyo.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen
y en su bondad confían;
los salva de la muerte
y en épocas de hambre les da vida.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
En el Señor está nuestra esperanza,:
Pues él nuestra ayuda y nuestro amparo.
Muéstrate bondadoso con nosotros,
puesto que ti, Señor, hemos confiado.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.


Segunda lectura

Heb 11, 1-2. 8-19
Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.

Todos ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad.

Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.

O bien:

Heb 11, 1-2. 8-12

Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 24, 42. 44
R. Aleluya, aleluya.
Estén preparados, porque no saben
a qué hora va a venir el Hijo del hombre.
R. Aleluya.


Evangelio

Lc 12, 32-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón.

Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.

Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre''.

Entonces Pedro le preguntó a Jesús: "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?" El Señor le respondió: "Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. Pero si este siervo piensa: 'Mi amo tardará en llegar' y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales.

El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más''.


Mis hermanos y hermanas,

 La fe es la creencia en lo que no se ve. Con esa definición, ¿tenemos fe porque no hemos visto a Dios o tenemos fe porque no hay otra palabra para describir lo que tenemos? Sí, nadie, excepto Moisés y Jesús, ha visto a Dios cara a cara, pero eso no significa que no hayamos sido testigos de lo que Dios ha hecho o no hemos sido testigos del lado místico de la Iglesia que abarca lo que está más allá del límites físicos del mundo. Examinar nuestra vida de oración y nuestras experiencias espirituales puede traer muchos ejemplos de nosotros siendo testigos de lo que permanece invisible para otros pero que nos ha sido revelado personalmente en un ambiente íntimo o público y ha sido algo que ha reforzado nuestra fe. Estas cosas y estas interacciones son cosas que Dios permite que sucedan para que podamos ser alentados sobre aquellas cosas que permanecen invisibles, lo que incluye a Él mismo. Estos eventos, cuando ocurren, se colocan al frente y al centro de nuestra vida, pero luego pueden desvanecerse a medida que pasa el tiempo y estamos nuevamente enfocados en lo que es físico. Es entonces cuando la palabra fe adquiere el significado que tiene, pero no siempre está sola en nuestras vidas. Siempre hemos recibido validación y continuaremos haciéndolo cuando sea necesario.

Dios nunca quiere que nos sintamos solos o separados de Él. Cuando esto ocurre, inevitablemente intentará acercarnos a Él. Solo necesitamos estar listos y aceptarlo cuando lo haga. La mejor manera de hacer esto es a través de una vida de oración constante y una atención a nuestra relación con Él. La Iglesia ha proporcionado un método para profundizar nuestra relación con Dios y entenderlo más plenamente. La estructura incluye oración, adoración, lectura de la Sagrada Escritura y la comprensión de lo que se lee a través de nuestra implementación de las enseñanzas de la Iglesia. Cuanto más nos encontremos representando nuestra relación con Dios de esta manera, más abiertos nos volveremos a Él. La palabra religión proviene de las palabras latinas que significan obligación, reverencia y vinculación. A través de estas palabras se puede desarrollar una comprensión de que lo que se describe es una relación. Es a través de nuestra religión y su práctica que profundizamos nuestra relación con Dios. Es la clave para acercarse a Él; un manual de instrucciones establecido por Él para aprender más sobre Él y toda su creación. Esta es la razón por la cual Jesús estableció la Iglesia para acercar todo a Él y, a través de Él, a Dios. El acto mismo de actuar de acuerdo con estas instrucciones y obligaciones nos abre a amar a Aquel que nos creó.

La lectura de las Escrituras del Libro de la Sabiduría de hoy cuenta cómo la noche de la Pascua fue conocida por la gente de esa época para fortalecer su fe y su relación con Dios. De la misma manera, se nos da la Eucaristía para darnos el mismo estímulo junto con la experiencia de unirnos física, mental y espiritualmente con Jesús. Con estas cosas viene la instrucción y el ritual para que nuestra experiencia se vuelva más profunda y más significativa. Como católicos, es importante centrar nuestras vidas en la Eucaristía y desde allí estructurar todas nuestras experiencias en torno a ella. Cuando recibimos el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, es realmente imposible, en ese momento, alejarnos de Dios y pecar. Con ese entendimiento, debemos desafiarnos a nosotros mismos para tomar ese estado de ser y expandirlo a través de cada momento de nuestras vidas.

En la Carta a los Hebreos de hoy se nos dice que la fe puede describirse más a fondo como la realización de lo invisible. En otras palabras, lo que no se ve, Dios, puede verse a través de signos visibles y acontecimientos en nuestras vidas si solo estamos abiertos a verlos. Somos los que tendemos a interferir en nuestra propia forma de experimentar estas cosas ignorando nuestra relación con Él o priorizando otras cosas por encima de Él. Nosotros, como cristianos, tenemos el desafío de priorizar nuestras vidas en torno a nuestra relación con Dios, entonces podremos presenciar y experimentar más cosas que nos revelarán su presencia. Cuando creemos, recibimos porque estamos en una relación correcta con Él. Esta recepción no viene en forma de una recompensa, pero siempre ha estado ahí para ser tomada, pero simplemente nos negamos a tomarla porque no la notamos.

Es necesario enfocarnos en darnos cuenta de las cosas y estar preparados para lo que vendrá en el futuro. Cuando estamos preparados, podemos superar todos los desafíos, incluida la muerte misma, y ​​podemos experimentar las cosas buenas que la vida tiene para ofrecer más fácilmente. Somos benefactores de todo lo bueno al reconocer lo que es bueno y estar abiertos a recibirlo. Dios siempre esta esperando. Él es paciente. El está enamorado. Quiere darnos todo y lo único que tenemos que hacer es estar listos y dispuestos a recibirlo.

Diácono Tom


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