Mis hermanos
y hermanas,
"La palabra del Señor vino a mí, diciendo:
Antes que te formase en el vientre te conocí,
antes de que nacieras, te consagré
por profeta a las naciones que se designó ".
"La palabra del Señor vino a mí, diciendo:
Antes que te formase en el vientre te conocí,
antes de que nacieras, te consagré
por profeta a las naciones que se designó ".
Podemos
tomar la comodidad en estas palabras pronunciadas al profeta Jeremías, porque
él también está hablando a todos nosotros. Estas palabras definen
nuestra relación con Dios. Él
nos conoce a todos por completo: de nuestros pensamientos en nuestro bienestar
físico. Nada escapa a
su conocimiento de nosotros. Somos sus hijos y nos
ama completamente. Cuando fuimos
creados, es verdad que Dios nos reclamó como suyos. Desde
ese momento hemos sido invitados a participar en su amor completo para nosotros
y la experiencia de nuestra vida con Él. Es
la relación más importante y única que jamás tendremos. Hay un
vínculo eterno con Dios que Él nunca se romperá. Esa es Su promesa a nosotros.
El vínculo
de amor que nos une a Dios es inquebrantable, siempre y cuando permitimos que
sea. Tiene
la capacidad de soportar cualquier crisis que pudiera surgir en nuestras vidas.
Muchas
veces, cuando nos encontramos con problemas o situaciones que se nos presentan,
que tienden a acercarse al obstáculo en un estado de desesperanza. Llegamos
a ser introvertida, permitiendo que el estrés y la ansiedad del momento de
tomar el control de nosotros. Se
nos olvida el amor que Dios nos tiene y cómo Él nunca nos dejaron hacer frente
a estos desafíos por sí solo. Es con Dios
que podemos superar cualquier cosa en esta vida. Él nos creó y Él creó
el universo entero. Debido
a que Él creó todas las cosas y sus impregna de amor a través de toda la
creación no hay nada que pueda oponerse a ella o derrotarla. Al final, el amor de Dios
siempre triunfará. No debemos
olvidar que nos encontramos en el centro de este amor. Toda la atención de
Dios está siempre en nosotros.
Siempre
estamos en riesgo de ser abandonado por aquellos que pensamos nosotros nos
gusta más. Este
amor que compartimos entre los demás seres humanos es imperfecto y siempre es
desafiado por fuerzas externas. Es
un amor condicional que puede ser fácilmente envenenado por el orgullo, el
egoísmo y los problemas cotidianos. Todos
hemos sido bombardeados con pensamientos negativos, influencias e interacciones
que pondrán este amor humano a la prueba.
Los
que profesaban amar más a Jesús fueron los primeros en abandonarlo. Leemos
hoy en el Evangelio cómo los que conocía a Jesús desde que era un bebé no podía
aceptar a Jesús el Mesías. No
podía imaginar a Jesús, el hijo de José, para ser más de lo que le marcaron a
ser. Estaba
a punto de morir por aquellos que, a la vez, pensaron que lo conocían mejor. Ellos
no podían aceptar que nunca pensó llegar a ser otra cosa aún mayor. Nosotros, como cristianos pueden
relacionarse con este. Cuando
nos dejamos transformar por la Palabra viva de Nuestro Señor Jesucristo y
experimentar el amor incondicional de Dios a aquellos que pensaban que sabían
nosotros nos mirará diferente. Algunos
celebrar el cambio y abrazarnos con el estímulo, reaccionando a la luz de
Cristo dentro de nosotros. Habrá otros que no
pueden aceptar este cambio. Serán
también influenciados por los prejuicios que se formaron por los
comportamientos y acciones pasadas. En
reacción a esto, hay que aceptar lo negativo con lo positivo sabiendo que todos
sufren de la misma condición y les resulta difícil abstenerse de juzgar.
Nuestro
enfoque debe estar continuamente en el amor de Dios: el amor que Él tiene para
nosotros y el amor que tenemos por Él. Al
final, siempre prevalecerá y moldearnos a la persona que siempre debería haber
sido.
Diácono Tom
Diácono Tom
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