DEACON TOM ANTHONY

Sunday, September 10, 2017







XXIII Domingo Ordinario
Leccionario: 127

Primera lectura

Ez 33, 7-9
Esto dice el Señor:
"A ti, hijo de hombre,
te he constituido centinela para la casa de Israel.
Cuando escuches una palabra de mi boca,
tú se la comunicarás de mi parte.

Si yo pronuncio sentencia de muerte contra un hombre,
porque es malvado,
y tú no lo amonestas para que se aparte del mal camino,
el malvado morirá por su culpa,
pero yo te pediré a ti cuentas de su vida.

En cambio, si tú lo amonestas
para que deje su mal camino
y él no lo deja,
morirá por su culpa,
pero tú habrás salvado tu vida''.


Salmo Responsorial

Salmo 94, 1-2. 6-7. 8-9
R. (8) Señor, que nos seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor,
aclamemos al Dios que nos salva.
Acerquémonos a él, llenos de júbilo,
y démosle gracias.
R. Señor, que nos seamos sordos a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas,
adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo,
pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo,
él nuestro pastor y nosotros, sus ovejas
R. Señor, que nos seamos sordos a tu voz.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice:
"No endurezcan su corazón,
como el día de rebelión en el desierto,
cuando sus padres dudaron de mí,
aunque habían visto mis obras".
R. Señor, que nos seamos sordos a tu voz.

Segunda lectura

Rom 13, 8-10
Hermanos: No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley. En efecto, los mandamientos que ordenan: "No cometerás adulterio, no robarás, no matarás, no darás falso testimonio, no codiciarás" y todos los otros, se resumen en éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", pues quien ama a su prójimo no le causa daño a nadie. Así pues, cumplir perfectamente la ley consiste en amar.


Aclamación antes del Evangelio

2 Cor 5, 19
R. Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo,
y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
R. Aleluya.


Evangelio

Mt 18, 15-20
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano.

Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

Yo les aseguro también, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos''.




MIS HERMANOS Y HERMANAS

 El amor cristiano es una fuerza poderosa que tiene la capacidad de transformar vidas y de levantar todo y cada uno, sin importar las circunstancias. Su origen es de Dios y, por eso; no hay nada más que pueda derrotarlo. Con este amor viene una gran responsabilidad. Todos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas el sentimiento del Amor de Dios. Sentimos Su presencia y fuimos consolados. Ese sentimiento es algo que no se puede olvidar porque esa es la única razón por la que hoy existimos: Dios nos ama tanto que nos creó, se hizo conocer a nosotros y sólo pide ser amado a cambio. Cuando reaccionamos ante la presencia del Amor de Dios, en realidad lo estamos haciendo más fuerte, enviándolo a Su creación. Personas y eventos con los que interactuamos y participamos son sobrenaturalmente influenciados por nuestra presencia. Aquellos que no han pensado en su propia relación con Dios o no han reaccionado a la experiencia del Amor de Dios, se convierten en testigos de ella a través de nosotros. Esto siempre provoca una cadena de eventos como lo que salió de Dios en nosotros continúa fluyendo como un río furioso en primavera después de que el hielo se haya derretido.

En las Sagradas Escrituras hoy se nos dan instrucciones claras sobre cómo debemos realmente difundir este amor. El apóstol Pablo nos recuerda que todos los mandamientos de Dios pueden resumirse simplemente amando a nuestro prójimo, independientemente de lo que él o ella haya hecho en ese momento que pueda hacer que los consideremos indignos de nuestro amor. Es un poco irónico que poseamos el amor de Dios y lo reconozcamos como cristianos, comprendiendo que nunca lo merecíamos, pero en ocasiones negamos nuestro amor a otra persona. No sólo negamos nuestro amor, que es posiblemente inferior al de Dios, pero entonces podemos realmente negarnos a difundir el Amor de Dios, algo que no es nuestro en primer lugar. Pedimos a Dios que pasemos por alto nuestras faltas todos los días y perdonemos nuestros pecados todos los días. ¿Por qué no podemos hacer por otros que imploramos a Dios que haga por nosotros?

Somos pecadores y seguimos pecando. Nuestro rechazo del amor a nuestros semejantes es otro ejemplo de ello. Al luchar contra nuestra inclinación a juzgar a los demás con más dureza que nosotros mismos, podemos permitir que Dios nos ame realmente más. Perdonar y enseñar a otros acerca de sus errores nos ayuda a hacer la expiación por nuestros errores. Esto es lo que significa la penitencia: compensar nuestros pecados, pasados ​​y presentes, sanando a otros a través de una tierna instrucción y admonición.

Cada persona sabe cuándo ha pecado. Todos sabemos que todos estamos rotos. En nuestra naturaleza defectuosa, estamos más cómodos ocultando nuestras debilidades. Esas debilidades, que son pecados, pueden convertirse en nuestras mayores fortalezas cuando se revelan y luego se hace un esfuerzo para no hacerlas más. Todo el mundo está esperando ser sanado y todo el mundo tiene la capacidad de ser sanador. Es la forma en que se aborda el proceso. Y la mejor manera de abordarlo es con amor.

Diácono Tom

No comments:

Post a Comment