DEACON TOM ANTHONY

Sunday, February 14, 2016




Mis hermanos y hermanas,

 Estamos en el Año de la Merced y han entrado en el tiempo de Cuaresma, uniéndonos a Cristo Crucificado y caminando con él hasta el Calvario. Todas nuestras cargas, todos nuestros dolores, se convierten en una expresión de lo que somos como cristianos. Esperamos que sufrir. Esperamos experimentar persecución. Esperamos ser rechazados por la sociedad. Esto es lo que somos y lo que somos. La forma en que realizamos nosotros mismos y la forma en que tratamos a los demás no son acciones de aceptación. Son una declaración; una declaración de nuestras creencias y lo que todos valoramos tanto dentro de nuestros corazones. Y lo que también hay que hacerlo tanto apreciamos: Jesucristo.

El miércoles pasado recibimos nuestras cenizas, que marca el comienzo de la temporada de Cuaresma. A través de esta acción, todos unidos junto con el Cristo sufriente. Ahora se nos anima a salir como una comunidad, recogiendo nuestras cruces individuales de pecado y sufrimiento, y participar en el mundo con el mensaje de salvación a través de Jesucristo. Sí, somos imperfectos. Sí, todos hemos cometido errores. Sin embargo, somos hijos de Dios y hemos encontrado la redención a través de Jesucristo. Lo que nos encontramos nos encontraremos con Jesucristo. Cualquier obstáculo que nos enfrentamos, que se enfrentará a Jesús. Debido a esto, no debería haber ninguna duda de que vamos a salir victorioso en la final.
 
Así que, ¿cuál es la victoria? ¿Cómo se ve? Esta victoria es la que trae alegría y satisfacción. La creación de Dios es más allá de lo que la sociedad puede ofrecer. Hemos recibido el regalo de la vida y siempre debe ser visto con la perspectiva de que somos una parte de la creación de Dios.
Cuando hablamos de nuestra amistad, nuestras familias, y sobre todo a nuestros hijos tenemos que ver la presencia de Dios en todos ellos. Nuestras acciones y se centra riesgo la posibilidad de no reconocer la presencia de Dios en todo. Esto es cuando nos volvemos perdido y oprimidos. El pecado es la causa de este estado. Debido a eso, el pecado debe ser evitado. pecado mismo es una separación de Dios por lo que, cuando pecamos, nos empuje a Dios fuera de nuestras vidas. El resultado final es el dolor y la infelicidad. La falta de alegría.

Jesús fue tentado en el desierto durante cuarenta días. A través de esta tentación fue fortalecido. Él sirve como un ejemplo para nosotros seguir. A lo largo de estos cuarenta días de la Cuaresma debemos meditar en nuestras fortalezas y debilidades, convirtiendo todo en manos de Dios. Hay que lindan con nosotros al Cristo Crucificado y sufrir con él. Es a través de este sufrimiento que vamos a experimentar una gracia especial que nos fortalecerá. Podemos esperar a fraguarse en mejores cristianos a través de una comprensión más profunda de Cristo crucificado.
Cada vez que sufrimos, cada vez que nos duele, debemos ofrecer a todo hasta el Cristo Crucificado con lo cual habrá alivio y confort.

Deacon Tom

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