DEACON TOM ANTHONY

Saturday, January 12, 2019






Fiesta del Bautismo del Señor
Leccionario: 21

Primera lectura

Is 42, 1-4. 6-7
Esto dice el Señor:
"Miren a mi siervo, a quien sostengo,
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi espíritu
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.

No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles;
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea.
Promoverá con firmeza la justicia,
no titubeará ni se doblegará
hasta haber establecido el derecho sobre la tierra
y hasta que las islas escuchen su enseñanza.

Yo, el Señor,
fiel a mi designio de salvación,
te llamé, te tomé de la mano, te he formado
y te he constituido alianza de un pueblo,
luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión
y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas".

O bien:

Is 40, 1-5. 9-11
"Consuelen, consuelen a mi pueblo,
dice nuestro Dios.
Hablen al corazón de Jerusalén
y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre
y que ya ha satisfecho por sus iniquidades,
porque ya ha recibido de manos del Señor
castigo doble por todos sus pecados".

Una voz clama:
"Preparen el camino del Señor en el desierto,
construyan en el páramo
una calzada para nuestro Dios.
Que todo valle se eleve,
que todo monte y colina se rebajen;
que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane.
Entonces se revelará la gloria del Señor
y todos los hombres la verán".
Así ha hablado la boca del Señor.

Sube a lo alto del monte,
mensajero de buenas nuevas para Sión;
alza con fuerza la voz,
tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén.
Alza la voz y no temas;
anuncia a los ciudadanos de Judá:
"Aquí está su Dios.
Aquí llega el Señor, lleno de poder,
el que con su brazo lo domina todo.
El premio de su victoria lo acompaña
y sus trofeos lo anteceden.
Como pastor apacentará su rebaño;
llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos
y atenderá solícito a sus madres''.


Salmo Responsorial

Salmo 28, 1a y 2. 3ac-4.  3b y 9b-10
R. (11b) Te alabamos, Señor.
Hijos de Dios, glorifiquen al Señor,
denle la gloria que merece.
Postrados en su templo santo,
alabemos al Señor.
R. Te alabamos, Señor.
La voz del Señor se deja oír
sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor  es poderosa,
la voz del Señor  es imponente.
R. Te alabamos, Señor.
El Dios de majestad hizo sonar
el trueno de su voz.
El Señor  se manifestó sobre las aguas
desde su trono eterno.
R. Te alabamos, Señor.

O bien:

Salmo 103, 1-2ª. 2b-4. 24-25. 27-28. 29-30
R. (1) Bendice, al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía:
Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza.
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
R. Bendice, al Señor, alma mía.
Por encima de las aguas construyes tu morada .
Las nubes son tu carro;
los vientos, tus alas y mensajeros;
y tus servidoras, las ardientes llamas.
R. Bendice, al Señor, alma mía.
¡Que numerosas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con maestría!
La tierra está llena de tus creaturas.
y tu mar, enorme a lo largo y a lo ancho,
está lleno de animales pequeños y grandes.
R. Bendice, al Señor, alma mía.
Todos los vivientes aguardan
que les des de comer a su tiempo:
les das el alimento y lo recogen,
abres tu mano y se sacian de bienes.
R. Bendice, al Señor, alma mía.
Se retiras tu aliento,
toda creatura muere y vuelve al polvo.
Pero envías tu espíritu, que da vida,
y renueva el aspecto de la tierra.
R. Bendice, al Señor, alma mía.


Segunda Lectura

Hch 10, 34-38
En aquellos días, Pedro se dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa, con estas palabras: "Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere. Él envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos.

Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él".

O bien:

Ti 2, 11-14; 3, 4-7
Querido hermano: La gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza. Él se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien.

Al manifestarse la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor a los hombres, él nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de merecerlo, sino por su misericordia. Lo hizo mediante el bautismo, que nos regenera y nos renueva, por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador. Así, justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos, cuando se realice la esperanza de la vida eterna.


Aclamación antes del Evangelio

Cfr Mc 9, 7
R. Aleluya, aleluya.
Se abrió el cielo y resonó la voz del Padre, que decía:
"Éste es mi Hijo amado; escúchenlo".
R. Aleluya.

O bien:

Cfr Jn 1, 29
R. Aleluya, aleluya.
Ya viene otro más poderoso que yo, dijo Juan el Bautista;
él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
R. Aleluya.


Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Lucas         3, 15-16. 21-22
En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: "Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego".

Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: "Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco".

MIS HERMANOS Y HERMANAS,

 A través del Bautismo del Señor, la Revelación completa de la Santísima Trinidad fue presentada al mundo. Muchas personas dieron testimonio de este evento y lo testificaron en la Sagrada Escritura. Hoy celebramos quién es Jesucristo y su relación con La Trinidad. Se convierte en una declaración de nuestra fe y un testimonio de quienes somos como cristianos. Jesús no tuvo que ser bautizado por Juan, sino que lo hizo para servir como un ejemplo para que todos lo sigamos. Este ejemplo se vuelve aún más importante cuando se toma en contexto con Jesucristo como el Hijo de Dios y parte de la Santísima Trinidad. Él nos ha dado instrucciones y un modelo a seguir en nuestras vidas.

Juan el Bautista estaba profesando un bautismo de arrepentimiento. Él estaba anunciando la venida de Jesucristo e instruyendo a la gente de Judá a arrepentirse, cambiar sus corazones y comprometerse con Dios. Lo que les dijo es un mensaje que tiene la misma importancia para nosotros hoy en nuestras vidas y los modelos de la forma en que debemos conducirlo, profesándonos como cristianos y seguidores de Jesucristo. Debemos vernos a nosotros mismos en un estado constante de preparación con la voluntad de mejorar a nosotros mismos. Esto no debe presentarse como un desafío, sino más bien como una oportunidad para vivir una experiencia transformadora con Jesucristo. Es a través de la revelación de Jesucristo como el Hijo de Dios que se alienta a que nuestras vidas sean más satisfactorias al vivirlas en reacción a este hecho. Debería ser el factor definitorio en todos nuestros pensamientos y acciones si queremos experimentar Su amor completamente.

El profeta Isaías habla de una ternura particular que proviene solo de Jesucristo. Como una madre que consuela a su hijo, de la misma manera es la relación que Jesús quiere con nosotros. Él quiere consolarnos y sanarnos de las heridas del pecado que hemos traído sobre nosotros mismos. Quiere que creamos que, a través de Él, todo va a estar bien, independientemente de las circunstancias en las que nos encontremos. La única manera de lograr lo que Jesús quiere es que aceptemos lo que Él nos ofrece. A través de la visión de Isaías, al principio se le presenta como un gran vencedor, pero luego a través de su humildad, el amor y la ternura se revelan como un pastor que guía a su rebaño. Él es nuestro pastor, nuestro guía y nuestro protector. Nos anima reconocer primero Su grandeza, pero luego abrazar Su humildad que refleja nuestras propias vulnerabilidades. Es a través de estas debilidades percibidas que Él es fuerte, haciéndonos tan fuertes a través de nuestra fe y nuestra relación con Él.

El apóstol Pablo nos dice que la gracia de Dios, es decir Jesucristo, se apareció a todos por misericordia y los salvó a todos. La salvación vino primero seguida de instrucción. Depende de nosotros aceptar esta instrucción para mejorarnos y beneficiarnos de lo que Él está ofreciendo. No hay condiciones previas sino una oferta para una experiencia transformadora. Jesucristo ya ha hecho y cumplido todas las promesas necesarias para que podamos ser redimidos. La Revelación de Jesucristo como el Hijo de Dios y la presencia de la Santísima Trinidad se pueden ver como el momento en que Cristo nos reclamó como suyos en la plenitud de su gloria. Al revelar quién nos definió eternamente como sus hijos. Ser cristiano significa que hemos reconocido este parentesco y nos deleitamos en ello. Se garantiza que cuanto más experimentemos esta relación, más profundamente estaremos dispuestos a profundizar en ella y estar más abiertos a ella. La instrucción nunca termina y la cercanía que viene con ella no tiene limitaciones.

Dios declarando a Jesús como su Hijo amado define la relación que Dios tiene con Jesús. La relación logra la perfección con la presencia del Espíritu Santo, que es el amor de Dios. Una de las razones por las que se reveló esta relación es porque fue una invitación para que compartiéramos la relación con nosotros como hijos de Dios. El amor que el Padre tiene por el Hijo es el mismo que está presente en nosotros y que tenemos la capacidad de experimentar y compartir al reaccionar ante ese amor. El Bautismo del Señor fue un evento que se perpetuó para nosotros y aún hoy tiene tanto significado e implicaciones como lo había tenido antes, si así lo deseamos.

Diácono tom


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