DEACON TOM ANTHONY

Sunday, March 22, 2020






IV Domingo de Cuaresma
Leccionario: 31


Primera lectura

1 Sm 16, 1b. 6-7. 10-13a
En aquellos días, dijo el Señor a Samuel: “Ve a la casa de Jesé, en Belén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey. Llena, pues, tu cuerno de aceite para ungirlo y vete”.
Cuando llegó Samuel a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó: “Éste es, sin duda, el que voy a ungir como rey”. Pero el Señor le dijo: “No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues yo lo he descartado, porque yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones”.
Así fueron pasando ante Samuel siete de los hijos de Jesé; pero Samuel dijo: “Ninguno de éstos es el elegido del Señor”. Luego le preguntó a Jesé: “¿Son éstos todos tus hijos?” Él respondió: “Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño”. Samuel le dijo: “Hazlo venir, porque no nos sentaremos a comer hasta que llegue”. Y Jesé lo mandó llamar.
El muchacho era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: “Levántate y úngelo, porque éste es”. Tomó Samuel el cuerno con el aceite y lo ungió delante de sus hermanos. A partir de aquel día, el espíritu del Señor estuvo con David.


Salmo Responsorial

Salmo 22, 1-3a, 3b-4. 5. 6
R. (1) El Señor es mi pastor, nade me faltará.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace reposar
y hacia fuentes tranquilas me conduce
para reparar mis fuerzas.
R. El Señor es mi pastor, nade me faltará.
Por ser un Dios fiel a sus promesas,
me guía por el sendero recto;
así, aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
R. El Señor es mi pastor, nade me faltará.
Tú mismo me preparas la mesa,
a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume
y llenas mi copa hasta los bordes.
R. El Señor es mi pastor, nade me faltará.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán
todos los días de mi vida;
y viviré en la casa del Señor
por años sin término.
R. El Señor es mi pastor, nade me faltará.


Segunda lectura

Ef 5, 8-14
Hermanos: En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad, la santidad y la verdad. Busquen lo que es agradable al Señor y no tomen parte en las obras estériles de los que son tinieblas.
Al contrario, repruébenlas abiertamente; porque, si bien las cosas que ellos hacen en secreto da vergüenza aun mencionarlas, al ser reprobadas abiertamente, todo queda en claro, porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz.
Por eso se dice: Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.


Aclamación antes del Evangelio

Jn 8, 12b
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor;
el que me sigue tendrá la luz de la vida.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.


Evangelio

Jn 9, 1-41
En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?” Jesús respondió: “Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”.
Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé” (que significa ‘Enviado’). Él fue, se lavó y volvió con vista.
Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?” Unos decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él, sino que se le parece”. Pero él decía: “Yo soy”. Y le preguntaban: “Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?” Él les respondió: “El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: ‘Ve a Siloé y lávate’. Entonces fui, me lavé y comencé a ver”. Le preguntaron: “¿En dónde está él?” Les contestó: “No lo sé”.
Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?” Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?” Él les contestó: “Que es un profeta”.
Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron: “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo”. Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: ‘Ya tiene edad; pregúntenle a él’.
Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador”. Contestó él: “Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. Le preguntaron otra vez: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?” Les contestó: “Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?” Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: “Discípulo de ése lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene”.
Replicó aquel hombre: “Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Le replicaron: “Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?” Y lo echaron fuera.
Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?” Jesús le dijo: “Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y postrándose, lo adoró.
Entonces le dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos”. Al oír esto, algunos fariseos que estaban con él le preguntaron: “¿Entonces también nosotros estamos ciegos?” Jesús les contestó: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado”.


MIS HERMANOS Y HERMANAS,

 Como Hijos de la Luz, hemos sido llamados de la oscuridad a la luz para ser bañados con su brillo. Cristo es la luz del mundo y brilla desde y hacia toda la creación de Dios. La oscuridad de la que venimos representa una ignorancia de la verdad que es Jesucristo. También representa una vida sin Jesucristo y una falta de relación con él. Sin Jesús en nuestras vidas, podemos encontrarnos caminando a ciegas, tomando decisiones equivocadas y, finalmente, yendo por el camino equivocado. Aunque esto puede ser emocionante a veces, siempre conduce al mismo lugar: callejones sin salida y lugares desolados.

Cuando exploramos una relación con Jesucristo y permitimos que entre en nuestras vidas, todo lo que vino antes, ahora es y tendrá un significado diferente. Sin Jesucristo, las cosas son naturalmente interpretadas y entendidas sin la influencia de Él. Lo sacan de la ecuación porque no se sabe cómo encaja. Cuando se tiene en cuenta a Jesús, las cosas adquieren un significado diferente porque su influencia en todo se revela. Es muy parecido a mirar una pintura. Se puede mirar sin tener en cuenta los pensamientos, sentimientos o actitudes de los artistas. Cuando esto se hace, no hay profundidad en la pintura; ningún sentimiento emocional o espiritual que pueda extraerse de él. Cuando se mira esa misma pintura con la perspectiva del artista tomada en cuenta, se revela y experimenta una percepción completamente diferente de la pintura; es más profundo, más significativo y tiene más sentido que cuando estaba solo. De la misma manera, la creación de Dios, incluyéndonos en ella, adquiere un significado diferente cuando se toma en cuenta la intención del creador y entramos en una relación con Él. Las cosas que podrían habernos desconcertado antes o haber causado confusión tienen sentido completo y lo que podría habernos causado miedo y ansiedad ahora se acepta y se pone en la perspectiva adecuada. Lo más importante, el Amor de Dios se puede sentir y experimentar de la manera en que Dios quería que pudiéramos hacerlo en primer lugar.

A esto se refería Jesús cuando hablaba con los fariseos. Bien educados y versados ​​en la ley judía, estaban cegados por el conocimiento que poseían y su interpretación de los mismos. Jesús enfatizó que para que alguien vea la verdad y la creación de Dios por lo que era todo lo que se sabía antes y su interpretación debe olvidarse y volverse a aprender a través de la perspectiva de Él: el Hijo de Dios. En otras palabras, para que uno pueda ver la verdad, primero debe quedar ciego para poder aprender a ver. Hay un proceso de aceptación en este ejercicio. Debemos entender que mucho de lo que otras personas nos han dicho en nuestras vidas es falso y que la verdadera verdad reside en una relación con Jesucristo. Aceptar a Jesús como el Hijo de Dios y comprometernos a una relación con él despeja todo el desorden y las concepciones que hemos creado durante largos períodos de tiempo y nos introduce en un mundo nuevo que está definido por la Luz de Cristo y lo pone en el centro de todo donde pertenece. Se convierte en un reinicio gigantesco y que vale la pena. Así como el hombre ciego fue sanado por su interacción con Jesucristo, nosotros también somos capaces de ser sanados a través de nuestras experiencias con él.

Como cristianos, se nos anima a acercarnos a Jesús desde donde estamos en nuestras vidas. No hay condiciones previas para una relación con él, solo una aceptación infantil de quién es Él. A partir de ahí, una relación con él fomentará y crecerá a pasos agigantados si solo lo permitimos. Esto requiere una rendición de lo que pensamos que sabíamos antes y estar abiertos a la vida con Jesús si nos ofrece. Hay un proceso para esto y todo comienza con el primer paso de la oscuridad hacia la luz.

Diácono Tom


No comments:

Post a Comment