DEACON TOM ANTHONY

Sunday, June 23, 2013





Constantemente estamos siendo llamados a la santidad de nuestro Señor Jesucristo. Llegamos a él en nuestro quebrantamiento y es sólo a través de lo que podemos comenzar a reparar nosotros mismos. Estamos comprometidos en una batalla espiritual que nos pone en contradicción con la sociedad. Nos enfrentamos con la tentación y la atracción de la complacencia en la cara de esta convocatoria. No podemos hacer nada con facilidad y seguir viviendo nuestras vidas sin la influencia de nuestra fe y lo que puede hacer o podemos hacer un compromiso de renovarnos cada día. La elección es en última instancia, depende de nosotros. A través de nuestro bautismo se abrieron las compuertas del amor y la gracia para nosotros. Dios tiene tanto amor por nosotros que quiere perdonar nuestros pecados, y nos envuelve en su abrazo amoroso. Como es natural, luchamos contra esto de una manera muy extraña. Nos encontramos en un estado de rebelión. A veces ni siquiera sabemos por qué. Esto es parte de nuestra naturaleza caída. Sabemos quién es Jesús. Sentimos su presencia y sabemos que él ha influido en toda nuestra vida aún luchamos para mantener nuestra independencia en detrimento de nuestra salud. Pero Jesús es paciente y espera por nosotros a cansarse de la lucha. Cuando estamos cansados ​​y desesperados, sabe que vamos a volver a él.

La misericordia y el amor de Jesús es interminable. Tendemos a ver las cosas de una manera diferente. Medimos todo por los límites y fronteras. Es difícil comprender que Dios no tiene límites.
No hay nada más allá de Dios, porque lo abarca todo. Nadie está más allá de la esperanza y la salvación. Satanás tratará de convencernos de que no necesitamos a Dios y que somos una causa perdida. A través del poder de la sugestión y la auto-depreciación Satanás tratará de destruirnos. Corremos el riesgo de convertirse en prisioneros de la duda que puede conducir a la destrucción. El reto no es dudar de nosotros mismos y no a dudar de Dios. El fundamento de nuestra fe es que Dios amó tanto al mundo que nos dio a su único hijo para ser crucificado para que podamos alcanzar la vida eterna. Este mensaje no debe ser reducido en su importancia, pero debe ser ampliada a través de nuestros pensamientos, acciones y hechos. Cuanto más que reaccionamos ante este hecho de una manera positiva las más regalos que recibiremos a cambio. Dios promete que estos dones se derramarán sobre nosotros, pero debemos estar preparados para aceptarlos. Nuestra relación con Dios tiene que ser doble: una relación de dar y recibir.

La salvación y vivir una vida con Dios es una gran responsabilidad. Hay que tratarlo como tal. No podemos poner en el fondo de nuestras vidas, pero hay que ponerlo en la vanguardia. Ganamos fuerza a través de un reconocimiento constante de nuestra aceptación de la salvación y de la relación con Dios. Entonces podemos construir nuestras vidas en torno a esto de la manera correcta. Para ayudar en este ejercicio debemos utilizar la Sagrada Escritura, una vida de oración rica, y la guía de la Iglesia. Todas estas son herramientas puestas a nuestra disposición por Dios. Todo debe ser utilizado en conjunto. Si optamos por no utilizar ninguno de ellos, entonces nuestra relación con Dios será incompleta. Entonces seremos perdiendo.

Nunca subestimes el poder de Satanás y de nuestra propia estupidez. Como es natural, elegimos el camino más fácil y más agradable en el difícil. Vivir una vida de pecado e ignorar nuestro creador es el camino más fácil. También puede ser muy agradable, a veces en el corto plazo. Pero a largo plazo, que dará lugar a la destrucción, no sólo de nosotros mismos sino para nuestras familias y aquellos que nos rodeamos. Debemos esforzarnos para superar estas tentaciones y hacer una diferencia en nuestras propias vidas y las de nuestra comunidad. A continuación, podemos aprender lo que el amor y la misericordia de Dios son verdad.

Diácono Tom

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